miércoles, 11 de noviembre de 2015

En mis zapatos.

Cuando se trata de un problema ajeno, ya sea de algún ser querido o alguna persona ciertamente allegada, lo primero que hacemos es opinar, dar un punto de vista, decir qué haríamos en su lugar, que no haríamos, aconsejar, criticar, dudar, subestimar, sorprendernos y muchas cosas más, pero olvidamos lo más importante. El motivo, la razón y lo más primordial aún: su posición. 

Ponerse en los zapatos de alguien, no es fácil. De hecho hasta me parece imposible. Porque a pesar de que creemos que podemos entender y comprender lo que sucede, no podemos tomarlo de la misma manera que la persona que lo padece.

Por eso opinamos, aconsejamos por bien de la otra persona que queremos, pero lamento darles una mala noticia: nunca podrán sentirlo de la misma manera. Hasta diría que aconsejar es al pedo. Ya que al fin y al cabo, sólo hará lo que cree que es mejor para ella. Así como a nosotros también nos puede pasar. 

Sí amigos, gracias por los consejos, me encantaría incorporarlos, naturalizarlos... Pero me es imposible en este momento.

Por eso a veces logramos sentir calma apoyándonos en aquellas personas que pueden que hayan pasado por la misma situación, que sientan lo que es perder a alguien, deprimirse o demás cosas. Siempre y cuando esa persona también esté dispuesta a estar mejor y las cosas que nos digan nos sirvan.

Nadie va a entenderte de hecho en un 100% en cómo te sentís, por el simple hecho de que no está en tu lugar, a esa persona no le pasó. Sino, todo sería más sencillo... ¿no creen?.

Veo que a todos nos cuesta incorporar cosas que los demás nos dicen por nuestro bien y esto sucede a lo largo de la vida. Cuando nos ven tristes, lo primero que nos dicen -las personas adultas en su mayoría- Pero sos jóven, no podes estar mal. Tenes que reírte, divertirte y vivir la vida. Como también nuestros amigos nos piden que nos relajen cuando nos ven totalmente saturados del stress. Muchachos y muchachas, a la gente que vivimos a mil con la ansiedad como estandarte, nos cuesta una inmensidad relajarnos.

Podemos probar ejercicios de respiración, hacer actividad física, leer, escuchar 10 hs de mantras en youtube para alinear los chakras y aún así, nos sigue costando y nos terminamos quedando dormidos por cansancio o directamente atravesamos un insomnio vil.

Trato de hablar conmigo misma y de hacer lo posible para incorporar filosofías de vida, ya sea de mis amigos, de mi familia o de mi novio y juro que me cuesta mucho. Los admiro y los envidio sanamente en cierta manera porque sí, porque me encantaría ser como ellos. Me encantaría que la ansiedad no exista en mi, me encantaría no hacerme la cabeza con cosas, originar miedos irracionales, llorar sin sentido, boicotearme tanto... Pero siento que no puedo o que quizás me cuesta mucho.

Por eso tal vez tengo un mecanismo de defensa que son los chistes. Como Freud diría sería más bien un mecanismo de represión. Porque toda la vida tuve esta personalidad, para los de afuera ser la persona más graciosa del  mundo, pero por dentro tengo el alma destruida. Con mis motivos a veces, y otras veces porque es cuando estando mal me siento más cómoda, porque no tengo nada que perder. Porque se nada como pez en el agua. A veces tanto boicot propio te genera esa angustia y esa ansiedad que nadie puede quitártela. Porque no podemos relajar.

Ya lo dijeron Los Piojos, "todo pasa". Y por supuesto que estoy más que segura porque no creo que haya mal que dure cien años, porque la vida está hecha llena de momentos en los que estamos bien, estamos mal, felices, tristes, ansiosos, divertidos, risueños, dormidos, despiertos, acelerados, etc. No creo estar así toda la vida, algo en el fondo debe haber. 

En cuestión, culminando y recordando el post anterior: no cambiamos del todo hasta no tocar fondo.
Y como me dijo hoy un compañero cuando le comenté "sabes, ayer decidí que voy a tomarme la vida de otra manera", Listo, entonces no vas a cambiar. Si lo pensas, no lo haces. Los verdaderos cambios se dan silenciosamente, trabajando de a uno, de manera individual, con la forma que elijas. Sabiendo que si buscas un destino, tomes el camino correcto, con baches o sin baches, con atajos o sin atajos, pero llegando al fin. Y mi destino es mi propio bienestar. No quisiera retroceder nunca más y además hay un libro que quisiera cerrar y enterrar por completo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario