domingo, 6 de marzo de 2016

De trabajo, amores y futuro

Cómo cuesta el cambio, siempre lo digo y no me canso.
A veces soy tan impulsiva. Digo cosas y callo muchas. Tengo días en los que no quiero hablar con nadie, no quiero estar con nadie más que conmigo misma y me doy cuenta, que aún así -sola-, tampoco me siento cómoda.

No sé donde está el punto en el que el Ser Humano puede sentirse bien consigo mismo.

Llega el Domingo, a esta hora (casi las 00hs, faltan minutos para el lunes) y ya es un desgaste mental pensar que al día siguiente tengo que estar seis horas en una oficina, atendiendo clientes, asquerosos capitalistas que se quejan porque no reciben una puta prenda, porque el correo tarda en enviarles su pedido. Mala vibra de acá, de allá. Por fuera y dentro de una pantalla. En un ambiente que se vive respirando una energía totalmente negativa, donde buscan la perfección personas imperfectas, poco profesionales y es ahí cuando digo: ¿POR QUÉ? ¿HASTA CUANDO?.

Si, el laburo cuando no haces lo que te apasiona, no hay chance de que lo disfrutes. Estoy en plena campaña para buscar otra cosa, algo que por lo menos valoren lo que una hace, te tengan en cuenta, quieren que progreses y demás. No obstante, también está ese miedo al cambio que al principio comencé a contar.

Cuando busco trabajo, lo hago pensando en muchas cosas (porque ansiosa, siempre):

- ¿Cómo les digo a mis Supervisores que me voy a ir?
- ¿Y si me rajan al mes y me quedo en bolas? ¿Quién paga mi facultad?
- ¿Seré feliz haciendo un nuevo desempeño?

Y muchas más, que la verdad todavía no tengo respuesta para todas. Porque todavía, justamente, no han pasado. Entonces en esos momentos, solo será cuestión de improvisar, como si estuviera actuando.

También estoy con bronca, tener una persona enferma en la familia desgasta todo: cerebro, cuerpo, alma, rutina. Y tengo la maldita costumbre de que si estoy mal en una cosa, automáticamente estoy mal en todas: trabajo, familia, pareja, amistades. Lo cual está totalmente mal, la idea es que no me la pase generalizando. Hay que mirar con otros ojos, hay que saber separar las cosas y eso es lo que me está costando. Porque sólo tengo una cosa en mi cabeza y es esta agonía ajena, sobre mi familiar.

Llegué a un punto en el que no quiero que nadie me diga frases hechas, a pesar de que sé que lo hacen con la mejor intención de todas. No quiero más escuchar "bueno, hiciste hasta donde pudiste" - "recordá lo mejor de esa persona" - "está en un lugar mejor" - "pensá que no va a sufrir más" - etc, etc etc. Interminables. Son todas cosas que lamentablemente ya sé como son.

El otro día mi Abuela me dijo esto: "Tenes que pensar que estás rodeada de gente grande y lamentablemente vas a tener muchos golpes en tu vida, pero vos tenes que estar bien, es la ley de la vida". Y, como casi siempre, la nona tiene razón. Quizás esta niña interior, que todavía quiere que su madre la tape por las noches, que quiere que su Padre le diga que es una princesa, no quiere terminar de crecer. Es como si quisiera vivir en una cuna eternamente. Pero sólo por momentos, porque sé que en muchos aspectos de mi vida me falta madurar, en otros ya lo hice. En fin, estoy totalmente pasada de revolución, mis noches tienen insomnio, mi cabeza no para de pensar, mi mente no para de tener pensamientos negativos y así estoy yo: Negativa, peleadora, callada, impulsiva, irritante. Esta no es la Mariela que yo quiero ser. Pero muchas veces me cuesta cambiarlo, me cuesta ponerle "Pausa" a las situaciones y pensar antes de hablar, quizas porque amo vivir al límite de la pérdida (masoquista). TOTALMENTE AL PEDO.

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