lunes, 15 de febrero de 2016

Salir de la zona de confort

Desde que volví de mis vacaciones, no hago más que quejarme de la rutina. Del viaje en colectivo. Me subo todas las mañanas y viajo como ganado, apretada, incómoda, transpirada, ahogada, llena de hombres que te miran con cara de deseo y me llenan de asco.

Llegar al trabajo y sentir que estoy perdiendo tiempo, que no estoy haciendo lo que quiero. Pero no tengo otra opción, hasta que aparezca algo mejor, porque debo costear mis estudios. Todo esto me frustra.

Sé que uno en vacaciones tiene otra mentalidad, pero soy tan ansiosa que mucho de esos días me la pasé pensando en "¡Ay! Cuando vuelva.." sin estar viviendo el momento. Eso ya no me preocupa tanto porque soy así, lamentablemente me cuesta cambiarlo. Pero sí me siento abombada con mi rutina.

Tengo fe que va a cambiar todo eso cuando empiece la facultar y tenga otro tipo de ritmo mi vida. Conocer gente nueva, oír nuevas voces, pasiones, pensamientos, sonidos, palabras. Ver nuevas caras, expresiones, sonrisas, miradas. Escuchar risas, gente con expectativa, con ganas de armar su propio futuro. Por eso siempre amé el ámbito facultativo. Te abre la cabeza por completo.

No obstante, tengo una sola cosa en mente y IRME. Ojo, no confundan con escapar. No hay algo de lo que esté más segura que tener ganas y querer salir de Buenos Aires. Conocí Córdoba y quedé encantada, pero tampoco quiero quedarme sólo con esa perspectiva del país porque sé que hay algo más. Se trata de soltar y es lo que más cuesta, porque a pesar de esas seguridades que tenemos en nuestra mente, aparece algún fantasmita de inseguridad también, con una cuota de nostalgia y dejar muchas cosas en un lugar donde te criaste, viviste, reíste, lloraste, compartiste hermosos momentos y sabes que eso si bien nadie te lo va a sacar, perdura ese recuerdo y cuesta soltar. Cuesta salir de la zona de confort.

Ahí es donde nos sentimos cómodos, seguros. Estamos en lo cotidiano,en lo conocido. En aquél lugar que es como dormir todos los días en el mismo lado de la cama, o sentarse en la misma silla. Estamos completamente  amoldados a una rutina insípida. Sin nada nuevo, algo seco y aburrido, pero que aún así estamos cómodos.

Sabiendo que ese confort algún día puede irse, es cuando aparecen las dudas, los miedos. Todo producido por un Cambio.

Por qué tenemos tanto miedo a cambiar? Si tantas veces cambiamos y nos acostumbramos al poco tiempo.

En base a un relato personal, una amiga ayer me dijo: El miedo dura un segundo, la duda toda la vida.
Y cuánta verdad hay en esto. Yo siempre pienso que es mejor arriesgarse y quedarse con eso, viendo como se dan las cosas y todo se procesa, a quedarme con la duda de qué hubiera pasado sí...

Para pensarlo.

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