martes, 10 de mayo de 2016

Martes con gusto a café

Es un martes nublado, acaba de lloviznar. Estoy inmersa en el silencio de mi casa. Vaya, que es un barrio tranquilo. Por lo menos ésta parte de Caballito.

Hace dos días que no voy a trabajar porque estoy un poco engripada. Llegué a exagerar, bromeando por supuesto, que me asemejo a Sandro (ja!).

Me hice un café, dulce. No soy de tomar seguido, pero hoy necesitaba olerlo. Viste que son de esos aromas que estimulan el olfato.

Me puse a pensar en muchas asuntos. A veces, no es tanto cómo contamos las cosas, sino cómo nos la tomamos.
Después de comentar tanto algo, pierde la importancia o la gravedad porque lo procesas de una manera diferente.
Todo el mundo puede aconsejarte o decirte cómo hacer las cosas. O venderte su opinión de modo que hasta podes confundirte con lo que de verdad querés.

"La gente siempre patea para el otro lado", me dijeron una vez. Entonces hasta en un punto, llegué a desconcertarme. Pero bastó con enfrentar lo que me inquietaba y darme cuenta que quería seguir quedándome. Que acepto la realidad como algo pasajero, que si bien me inquieta, sé que puede cambiar. A perder el miedo a decir lo que siento por temer a perder algo. Nadie deja de querer de un día al otro y tampoco es la idea. Sino hablar para mejorar.

Llego a la conclusión de que sirvo mejor escribiendo que hablando, no pueden interrumpirme, sólo en todo caso dejarían de leer algo que yo ya sé que dije y que está plasmado.
¿Hasta qué punto sirve la ayuda que intentan brindarnos?

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